jueves, 3 de febrero de 2011

EL VIAJE

—Era aún temprano cuando abordé el autobus que me llevaría a Salamanca, en realidad era un viaje corto, no mas de 20 Km desde la ciudad de Irapuato, donde yo vivía, junto con mi familia, Isabel, mi esposa y mi hija Sandra, quien era el motivo de mi existir; no que ya no amara a mi esposa, la amaba intensamente, pero esa niña era como una parte de mi propio cuerpo, si me faltara, yo no podría vivir.

—Teníamos 7 años de feliz matrimonio. Ambas familias eran del Estado de Guanajuato, la de Isabel era de Irapuato y la mía había llegado de un rancho, Las liebres, del Municipio de Salamanca. En esta ciudad, la industria básica es la petroquímica, y el eje es la Refinería de Pemex. Desde muy joven hice méritos para obtener una plaza, pues sabía que así tendría asegurado el futuro. Empecé por afiliarme al Sindicato y luego de algunas semanas de espera, me dieron a cubrir una plaza de barrendero, no obstante ya tener terminada la Preparatoria y estar por iniciar la Carrera de Ingeniería Química. Pero no importaba, ya tenía mi primer Contrato, ahora todo era trabajar bien, ser puntual y estar bien con el Sindicato.

—En esos tiempos conocí a Isabel, un día que un compañero me invitó a una fiesta en Irapuato; fue amor a primera vista, pues en cuanto nos vimos, la saqué a bailar y, de ahí en adelante, no nos separamos mas. A fin de tener tiempo para estudiar, pedí que me pusieran en espera para cubrir un segundo turno, pues la escuela está en Guanajuato. Como tenía todo el día ocupado, solo podía ver a Isabel los fines de semana. Luego de un año de noviazgo, nos casamos. Isabel trabajaba en una tienda departamental y yo estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes en la Refinería; volvía a casa como a las diez de la noche, pero llegaba feliz, al lado de mi amada. Cuando nació mi hija, como regalo adicional de Dios, me dieron un Contrato renovable, es decir, que sin tener aún la Planta, cada 28 días me renovaban el Contrato.

—Hace una semana terminé la Carrera de Ingeniero Químico y, como premio, la Empresa me dará la Planta de confianza. Ese es el motivo de mi viaje a Salamanca este día, pues debo estar en la Refinería a las 10 de la mañana. El autobús viaja a gran velocidad en una carretera recta entre ciudad y ciudad. Casi paralelo a la carretera, circula el tren con destino a Celaya, por las ventanillas miro caras sonrientes. Recuerdo que mas adelante, la carretera se cruza con la vía. Luego escucho un estruendo y gritos de dolor. A mi no me duele nada, me veo yacer entre los asientos retorcidos y mi cabeza cubierta de sangre. No sé si seguir a la Refinería o volver al lado de mi amada familia. Veo junto a mi a mi padre, quien falleció hace diez años, Lo acompañan mis abuelos, a quienes recuerdo del rancho, cuando yo era pequeño. Me toman de la mano y me sonríen. Me conducen hacia una gran Luz que me llama. No siento miedo, siento una gran alegría. Sólo me pregunto: ¿cuándo volveré a ver a mi amada familia? De alguna manera entiendo que ellas estarán bien y mas adelante nos reuniremos. Siento una gran tranquilidad.

—Escucho una puerta que se abre y Sandra llega corriendo a despertarme. Es hora de desayunar.


Sergio A. Amaya S.
Septiembre de 2010
Ciudad Juárez, Chih.










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