Ahora que leo a hermanos argentinos, vienen a mi memoria mis años de infancia. Me veo jugando en el patio de casa, en el Estado de Guanajuato; mi madre, con una hermosa voz, canta melodías de aquellos viejos tiempos de Gardel y el Trío Argentino: Por esas canciones me entero de tristezas y alegrías, de un pobre hombre que purga sus culpas en prisión:
Ladrillo está en la cárcel,
El barrio lo extraña,
Su dulce serenata
No se oye ya mas.
Ignoro si esas canciones tengan un trasfondo de realidad, como sucede con los corridos mexicanos:
Si Adelita se fuera con otro,
La seguiría por tierra y por mar,
Si por mar, en un buque de guerra,
Si por tierra, en un tren melitar.
Esta Adelita fue un personaje real, en tiempos de la Revolución de 1910 y decían que era muy bonita y deseada por muchos. Pero volviendo a mis recuerdos, las canciones nos llevaban a esos viejos barrios y calles Porteños:
Corrientes tres cuatro ocho
segundo piso ascensor...
No hay porteros ni vecinos;
adentro cocktail y amor...
Recuerdo que en alguna entrevista con el Trío Argentino, escuchada en la radio, me llamaba la atención esa peculiar forma de hablar. Ahora lo disfruto y me complace decir a Zaidena, sos, grande piba y tenés en tus letras esa magia que atrapa. Pero volviendo a esos viejos recuerdos, que nos llevan al arrabal, con ese agradable argentinismo.
Si yo sé que me querés,
si yo sé que me adorás
y si no me lo decís
es porque no te animás.
Muchas canciones se sabía mi madre y las cantaba en tanto iba dejando pedazos de vida en el lavadero, en el aseo de la casa o al preparar los alimentos. Fuimos también de esos pobres de quienes hablaban los tangos. Ahora, pasados los años, a mas de nueve lustros en que mi madre es parte de los ángeles del cielo, pienso si también deleitará a Dios con esas sentidas canciones que nos han legado nuestros hermanos argentinos. A nombre de mi madre y de mis viejos recuerdos, abrazo con cariño a mis queridos amigos cybernéticos.
Sergio A. Amaya S.
Agosto 2 del 2010
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