viernes, 4 de febrero de 2011

MI PRIMERA PASCUA

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Permítanme que sin falsa modestia, exclame a plena voz: Soy de los afortunados que han renacido a la Luz!. Ahora permítanme explicarme.

He renacido a la Luz, porque recién me he convertido. Yo no pertenecía a ninguna congregación religiosa, Siempre me consideré un libre pensador. Desde luego que fui educado dentro de una buena forma moral, de respeto a nuestros padres y a nuestros semejantes y con la firme convicción de la existencia de un Ser Supremo, un Gran Creador de todo. Un Padre Universal, Yo, como la gran mayoría de nuestros compatriotas, fui bautizado en la Iglesia Católica, pero nada más. Siempre me sentí satisfecho porque no me pudieron catequizar. Ahora me doy cuenta que perdí una gran oportunidad; pero también estoy convencido de que “no se mueve la hoja del árbol sin la Voluntad de Dios”. Tal vez si en aquellos lejanos años de mi niñez me hubiesen acercado a la Iglesia, otra quizá sería mi participación en ella, pues justo es reconocer que si bien, tal vez por naturaleza, los jóvenes son reacios a las enseñanzas religiosas, flaco y perezoso ha sido el método de enseñanza a los niños..

En mi caso particular, por inclinación natural he dedicado tiempo a la lectura y, curiosamente para mi, me interesó mucho la Cristología. Veía a Cristo como un Ser especial, lleno de sabiduría, como un Gran Maestro, pero tan hijo de Dios como nosotros mismos.

Ahora, a la luz de mi conversión, me he dado cuenta de que la seguridad que tenía en mi andar por el mundo, no era otra cosa que el hecho de ser llevado por la mano de Jesucristo, que con su gran Sabiduría me dejó experimentar y conocer otras opcoiones, para que al final pudiese reconocer que aquello que buscaba, era también la Luz que me alumbraba en el camino y que me transmitía el Calor de su Bondad y de su Paciencia infinita.

Hoy que he renacido a Él, que he vivido mi primera Navidad reconociéndolo y amándolo como el Hijo Único de Dios; que acepto plenamente su Divina concepción y que compartí con mi amada esposa y mis queridos hermanos cristianos la emoción de la Misa de Navidad. Hoy que he recorrido la Cuaresma previa a su Pasión, Muerte y Resurrección y que siento ya en mi corazón la alegría de Su Pascua, permítanme decir ¡Gracias infinitas Dios mío! por abrirme los ojos para contemplar y valorar el Sacrificio de tu Amado Hijo, gracias Señor por permitirme formar parte de tu Santa Familia y gracias por siempre Señor, por darme la fe y convicción de que, en su momento, viviré mi propia Pascua para unirme gozoso a Nuestro Señor Jesucristo.Amén.

Sergio A. Amaya Santamaría
Acapulco, Gro.
Pascua de 1995












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