viernes, 4 de febrero de 2011

UN OCASO DIFERENTE

Me encontraba cierta tarde sentado en la playa, frente a esa gran roca que se encuentra en La Condesa, en Acapulco. Había tenido un día agitado en mi trabajo y después de la comida me había reunido con unos amigos a tomar un café.

Dentro de una plática intrascendente, de pronto surgió el tema de la posibilidad de la vida después de la muerte.

Confundido entre las aseveraciones de unos y las suspicacias de otros, me retiré de la reunión y me fui a meditar sobre lo hablado a la orilla del mar. El vaivén de las olas, la tranquilidad de la brisa y la cercanía del ocaso, me hicieron caer en un suave sopor. De pronto, como surgiendo del mar, vi acercarse a dos formas, ambas antropomorfas, una de ellas formada por una especie de ondas luminosas que vibraban intensamente; la otra igual de brillante, pero conformada por una especie de nube vaporosa.

Yo no sé si alguna otra personas las vería, pues nadie parecía reparar en ellas; finalmente se acercaron a mi. Aún dentro de mi asombro, la forma a base de ondas, me dirigió la palabra:

—Hola, veo que estás sorprendido y lo entiendo, permíteme presentarme, soy tu mente, esa parte de tu ser que ordena y almacena las vivencias que tú, cuerpo, acumulas a lo largo de la vida. En mi radica tu capacidad de raciocinio, tu inteligencia, tu memoria que, lo mismo recuerda pasajes de tu infancia, que olvida lo que almorzaste ayer.

—Yo, -intervino el otro ser- soy tu espíritu, o tu alma, como gustes llamarme. Yo soy esa parte tuya que te anima, que te acerca al Creador y te hermana con la creación toda, pues el fluído que me da cuerpo es una forma de energía que existe en todos los seres vivos: esa es la parte que nos hace semejantes a Dios, o como sea que desees llamarle. La plática que has tenido con tus amigos te ha dejado muchas dudas y esa es la razón por la que estamos aquí.

Yo me encontraba realmente confundido, ni en mis más disparatados sueños hubiese imaginado algo semejante.

—Pe…pe…pero cómo es posible que ustedes tengan cuerpo, ¿Qué sean casi iguales a mí?

—Mira -volvió a intervenir la mente-, si viéndonos así te encuentras tan sorprendido, ¿te puedes imaginar cómo estarías si hablaras con dos “algo” sin cuerpo tangible o visible? Alguna vez, -continuó la mente- ¿te has puesto a pensar en lo qué es tu mente? Te aseguro que no, pues hasta donde la ciencia ha podido penetrar, la mente se circunscribe a los hemisferios cerebrales, y eso a ti te basta. Tú piensas, recuerdas, analizas, pero tu mente es mucho más que eso. La ciencia sabe que dentro del cerebro se realizan funciones químicas y eléctricas de tal o cual intensidad y mediante el encefalógrafo, pueden medir la magnitud de las ondas cerebrales, pero en realidad no pueden saber donde se almacena la información, salvo pequeñas áreas muy superficiales. Sí saben que el hemisferio derecho determina las habilidades artísticas y el izquierdo la de los razonamientos lógicos. Lo que no han podido investigar es en qué sitio del cerebro, Luis almacena el recuerdo de aquella vez que se cayó al río, o cuándo Martha aprendió a bordar aquel mantel tan bonito y, sobre todo, cómo Martha, después de treinta años, recuerda la forma en que debe dar las puntadas precisas para repetir aquella labor que aprendió siendo una niña; en realidad, no han podido saber donde se almacena la información, ni cómo se recupera. Y aquí es donde retomamos la plática que tuviste con tus amigos: La posibilidad de vida después de la muerte.

—Efectivamente -habló el espíritu-, todo el universo es energía que se transmite a base de ondas: al igual que los colores, de los cuales hay algunos que no ve el ojo humano, existen ondas mas pequeñas que las llamadas microondas y que están fuera de la percepción de los aparatos hasta ahora inventados: Algún día encontrarán la forma de medirlas y entenderlas y que, por cierto, las utilizan algunas civilizaciones mucho mas avanzadas que los habitantes de la Tierra, permitiéndoles ello poder realizar viajes interplanetarios, pero de esto hablaremos en otra oportunidad.

—El cerebro humano es como una pila que genera energía, pero el conocimiento se encuentra almacenado en una Red Universal. Te preguntarás qué relación hay entre lo que hablamos ahora y la vida después de la vida, pues bien, si piensas que al morir una persona, la energía que lo anima, muere también, estarás muy equivocado, pues recordarás que hay una máxima que dice: “La materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”, pues bien, eso también aplica para la energía; por tanto, cuando el cuerpo muere, la energía vital se libera, pero no se destruye, así pues, los conocimientos que el hombre recién muerto pudo acumular en sus años de vida, permanecen en esa Red Universal, los cuales serán utilizados más adelante por gente que logre estar en la misma frecuencia de onda que el difunto; de ahí que en algunas ocasiones, diferentes investigadores, en ocasiones en distintos continentes, llegan a soluciones similares a problemas, sin saber lo que el otro hacía. El espíritu, que es la energía que anima a la materia, tampoco se destruye, sólo se transforma y se reintegra a la Red Universal, de ahí que cuando un nuevo cuerpo se forma, desde el primer momento de su creación ya cuenta con un espíritu que lo anima, y tal espíritu lleva consigo, todos los conocimientos acumulados de la Red. Todo este conocimiento infinito está regido por el Creador y toda la energía universal se mueve de manera ordenada por ese Ser Supremo.

—Por hoy -volvió a intervenir la mente-, ya tienes suficiente información para distraerte. En otra ocasión podremos llevarte a conocer muchas cosas más.

Diciendo esto, los dos cuerpos de energía se empezaron a difuminar, entonces volví a la realidad de dónde me encontraba; el sol era solamente un brillo rojizo sobre la pulida superficie del mar, el cielo estaba adornado con bandas rojas, rosas, amarillas y doradas.

La gente caminaba o trotaba despreocupada por la playa; unos enamorados se hacían arrumacos en tanto caminaban tomados de las manos. No sé si me quedé dormido y sólo fue un sueño, resultado de la plática tenida pocas horas antes, o realmente ocurrió un hecho inexplicable, pero siento que, de alguna manera, he obtenido respuestas a mis dudas.

Me levanté y con paso lento, me integré al movimiento nocturno de la Avenida Costera. Los bares tradicionales empezaban a recibir visitantes y la música llenaba el ambiente. Me acerqué al bordillo de la banqueta a esperar un taxi que me llevara a mi casa.

Sergio A. Amaya Santamaria
2008 Acapulco, Gro.
2010 Ciudad Juárez, Chih.


































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