jueves, 3 de febrero de 2011

SEIS DE ENERO

El 6 de Enero es un día muy especial en México, pues es tradición que ese día, por la noche, llegarán los Santos Reyes a los hogares mexicanos a dejar regalos a los niños, es condición que el niño crea en ellos. Esta tradición recuerda la visita de los Santos Reyes al Niño Jesús en el pesebre.

Viene a mi mente la historia de un niño, inquieto como todos los pequeños, con la cabeza llena de fantasías e ilusiones. Cada año, para esta fecha, escribía una carta a los Reyes Magos, con esa letra incipiente y temblorosa de quien apenas empieza a ejercitarse en la escritura, en dicha misiva siempre pedía le llevaran un tren eléctrico marca “Lionel”, que veía en los aparadores de las tiendas en la temporada… Jamás se lo llevaron los Reyes Magos, pero siempre quedaba la ilusión de pensar que, tal vez, el año siguiente sí le cumplieran.

No obstante, en uno de aquellos días tan esperados, recibió un regalo que le marcó para toda la vida: Un libro de cuentos, de hadas suizas. Ese espléndido regalo lo debe haber introducido en el fascinante mundo de la lectura, pues a los once años, ya se había leído la biblioteca familiar, incluido un libro “prohibido”, un libro de fisiología humana; otro también que le marcó, fue una Mitología griega.

Pero no todos los niños tienen la suerte de ese pequeño, pues millones no tienen ni siquiera la ilusión, por la pobreza en que viven y han vivido por generaciones. Ello me trae a la memoria otra historia. Ocurrió en el Estado de Guanajuato, allá por los años ‘70s; el niño, llamémosle Efrén, vivía en un rancho llamado “La caja”, del Municipio de Irapuato, es un pequeño poblado de casas rústicas, calles sin asfaltar, sin agua potable ni drenaje en las casas. Las mas de las familias se sostenían de una magra agricultura y unos cuantos jefes de familia trabajaban como obreros en las pocas fábricas de la cercana ciudad. Cuando Efrén acompañaba a sus padres a alguna diligencia en la ciudad, se embelezaba viendo los aparadores de las tiendas, mostrando juguetes y regalos que nunca podría tener. Particularmente le atraía el aparador de una conocida panadería, donde en la temporada de Reyes vendían unas exquisitas roscas de reyes, adornadas con tiras de frutas cristalizadas y que despedían un olor que despertaba el apetito. El niño se quedaba frente al aparador durante largos minutos, en tanto sus padres hacían algunas pequeñas compras en las tiendas vecinas.

En esa ocasión y debido a una promoción de ventas, salieron unos hombres vestidos como “reyes magos”, con túnicas de colores, turbantes y joyería y ofrecieron rebanadas de las codiciadas roscas a los viandantes, uno de los “reyes”, con la cara pintada de negro, ofreció a Efrén una rebanada, que el niño comió con gran deleite, pero cual no sería su sorpresa, que dentro del pan que comía, había un muñequito blanco. Dice la tradición que, a quien le toca el muñeco, deberá invitar los tamales el día dos de Febrero, que es cuando se levanta el Niño Dios del “Nacimiento” o “Belén”, cerrando la temporada de Navidad. Ese día de Reyes, fue inolvidable para Efrén, pues además de comer la rosca, el niño sintió haber recibido al mismo Niño Jesús.
Por cierto, el niño de la primera historia, soy yo mismo. Efrén es cualquier niño a quien la rosca de reyes, es tan inalcanzable como la luna.


Sergio A. Amaya S.
Septiembre de 2010
Ciudad Juárez, Chih.








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